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Archivos diarios: 6 agosto, 2010

Activida/pasividad

También hoy, amigos y amigas, tiene que ver lo que escribo con la receta de la felicidad. Y no sólo para vacaciones, como tampoco ella…

Hace la actividad rutas en las neuronas de nuestro cerebro.
Y cuando éstas son placenteras, generan “afición” a ella. Y si se hacen aún más placenteras, generan “adicción”.
Que no son las adicciones otra cosa que el deseo intenso de repetir el mismo placer.
Y por ello se ha llegado a llamar a quienes se entregan desmesuradamente al trabajo “trabajoadictos”.

Pero no son ellos, ni mucho menos, los únicos adictos a lo que no son drogas. La actividad misma, cualquiera,
laboral o no, puede convertirse en “adicción”.
Personas son éstas que siempre están “haciendo algo”.
Que si se les acaba el quehacer, inmediatamente se ponen a pensar en qué otra cosa ocuparse. Y entienden que, si no están haciendo algo, pierden el tiempo,
el precioso tiempo.
Jamás ven con buenos ojos al que está poco ocupado.
Se agolpan en su mente –se lo digan o no- los calificativos y los juicios de valor: “Vago…irresponsable…inútil…”
Y han construido en su mente una filosofía y una ética
del vivir que –a más de justificar “su placer neuronal”-
se convierte en arma para zaherir a quienes no disfrutan del modo en que lo hacen ellos.
¡Qué poco nos fijamos los humanos en cuánto usamos, para justificar lo que somos, nuestro propio pensamiento!
Y para que mejor esté defendido, lo convertimos en ética y moral.
Como si así ya no fuera cosa nuestra.
Como si así fuera nuestro pensar “racional y objetivo”,
adecuado plenamente para cualquier persona que se precie de serlo.
¡“Racional y objetivo”, qué fantasía!
Racionalidad ésa simplemente demandada por su placer.
Objetividad fundada en su pura subjetividad…
Así son muy frecuentemente los pensamientos humanos:
Opciones elegidas al dictado de emociones, deseos y temores que –por no ser conscientes y cnocidos- los convertimos en supuestas afirmaciones de realidad universal, cuando no son otra cosa que nuestra decisión ante el placer. Y el propio, que no el ajeno.

Sucede que, a veces, estas declaraciones provienen incluso de personas que dicen “creer en la libertad”.
Cuánto más de los que creen que la libertad está subordinada a principios, normas y reglas. Con lo cual me pregunto yo que qué libertad les queda para creer en ella y si han observado el placer que obtienen al someterla.

Nuestro deseo de definir la realidad es muy intenso.
Sentimos seguridad con ello, evitamos incertidumbres y sorpresas, algo de lo que está tan llena la vida que –evitarlo- nos encierra en una campana de cristal que nos impide vivir tal como la vida es.
Y vivir la vida como es no proviene del deseo de mantener un concreto placer, sino de la decisión de aceptar la realidad y la verdad en su totalidad.
“Totalidad”, que no “totalitarismo”.
Totalidad significa “no excluir nada”, que viene a ser
opuesto a “totalitarismo”, que excluye –por de pronto-
la libertad ciudadana, su pensamiento independiente y hasta sus movimientos, y eso sin entrar en su pleno derecho a ser parte de la orientación y movimiento del país…

Es importante, sin duda alguna, la actividad.
Pero tanto o más que ella es su aparente opuesto: La pasividad.

“Día y noche…lleno y vacío…masculino y femenino…ying y yang…”

Hubo en la antigüedad griega un filósofo –Parménides se llamaba- que pensó en un concepto del ser “tan macizo” que nada se podía mover.
Y otro hubo –Demócrito- que incorporó “vacío” al “ser” que pensó Parménides, con lo cual el ser que eran “los átomos” (que él los inventó) se podía mover en el “no ser” de ese vacío.
“Ser” y “no ser”…Activo y pasivo…

La pasividad es necesidad humana como la actividad.
Cosas muy importantes del ser humano y de la vida no pueden suceder sin ella.
Saber “recibir” es tan importante como saber “dar”.
Suelo decir –para cultivar el afecto las personas que se quieren- que es preciso conjugar tres verbos en él: Dar,
Recibir y Pedir.
En alguno de los tres se suele fallar. Y ello hace que el afecto sea incompleto.

Callar es tan importante –y más a veces- que hablar.
Para escuchar de verdad es precisa la acción pasiva de recibir cuanto la otra persona emite, en completa pasividad interior, porque cualquier actividad (comparar, juzgar, interpretar, estar de acuerdo o en desacuerdo, decir sí, decir no…) disminuye o anula la escucha. Una escucha que es asignatura pendiente de casi todo el mundo…

La belleza no se puede percibir ni captar si no es en esa
posición pasiva y atenta que permite a nuestra sensibilidad sumirse en ella. Verbalizar la vivencia vendrá después. Si se anticipa, se pierde vivencia…

La verdad genera quietud en la mente, descanso profundo, paz…No esas verdades utilitarias que hay que poner enseguida en marcha, que casi mejor las llamaría
“información”. Sino verdades de la existencia, del corazón, el alma y lo alto de la mente…

Esa quietud de atardeceres, ese paso reposado de la luz
que se matiza entre los montes y el campo, el fluir del crepúsculo en serena sinfonía de colores, la presencia progresiva de la noche que inicia el descanso de los seres diurnos… La noche callada… Las estrellas misteriosas
en lo alto…

El amor… Él es activo y es pasivo.
Reposar el uno en el otro es una maravilla de pasividad.
Todo se está dispuesto a hacer por el ser amado, y todo se está dispuesto a recibir de él…

Confiar…la confianza es abandono… Dejarle “hacer” a la otra persona sintiendo la tranquila y grata seguridad
de ponerse en sus manos…

Amar no es estar haciendo cosas todo el tiempo.
Amar es ser con el otro. Sumirse en él… Luego vendrán actividades…

Contemplar…meditar…asuntos de quietud pasiva.
La inefable quietud de la mente en El Silencio, la más magnífica pasividad…

Descansar…Esa demanda, urgente a veces, del cuerpo, del cerebro, de la mente y del corazón…
Que no es solamente “la debilidad” de lo que somos, sino la importancia de parar la actividad, de ser
de otro modo, de vivir otras capacidades, de cultivar las zonas preciosas de nuestro ser que SON PASIVAS…

Es una prueba de amor y de amistad el poder estar a gusto con alguien en quietud y silencio.
Juntas dos personas, tal vez reposando una su cabeza sobre el hombro de la otra, contemplando el mar o la tarde o el crepúsculo…

Es un sueño de amor…

 
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Publicado por en 6 agosto, 2010 en Sin categoría