No consigo resolver
el misterio femenino,
cómo actúa el corazón,
de su cuerpo el atractivo.
Si la sigues y te adaptas
dirá que seas tú mismo,
mas si es que la contradices
romperá con tu camino.
Has de ser tú y no serlo,
coincidir con su capricho
sin que vea ni que sienta
que estás forzando el destino.
De pronto puede decirte
que te ocultas bajo armiños,
mas si pierdes los adornos
eres vulgar y mohíno.
Si la sigues no le gusta
más de un rato peregrino,
si la precedes se queja
de conducirla sin tino.
En el fondo te parece
que sin tomar poderío
desea ella que mande
en ti todo su albedrío.
De pronto un día te obsequia
con pasión y desatino
y al día siguiente observas
que no eres más que un cretino.
Eso de ser muy lineal
puedes echar al olvido…
Hablar de amor no te creas
porque está cuestionadísimo.
“¿Dónde están esos detalles,
esos que me son tan íntimos,
en los que yo me doy cuenta
y que me amas percibo?”.
Y tú puedes dar por hecho
que ni siquiera lo has visto,
y es que resulta que ella
con eso te ha revestido
proyectando lo que siente
igual que por ti sentido.
Sin precedente siquiera
te puede asestar un dicho
que te rompa en mil pedazos,
que dice romper contigo.
¡Ay que su sabiduría
puede lanzarte al abismo!
Porque, sin reconocerlo,
es diosa y marca el destino
de los míseros mortales
que reptan por los caminos.
La religión más difícil
la de éste su embrujo esquivo.
Nunca sabrás qué es lo propio
en este minuto mismo.
La llevarás en tu alma,
tu cuerpo será testigo
de su embrujo incalculable,
tu corazón como un niño
por cuando quiera mirarte
y hacerte feliz y altivo.
¡Ay mi diosa, sé tú misma
aun perdiendo mi camino!