¡Cuánto ya escrito y dicho!
Hasta más dicho que escrito, que la gente lo habla tanto… Y eso que es el primer tema escrito…
Menos o casi nada lo habla quien le da vergüenza.
“Es tema muy íntimo y personal”, te dicen.
Todos los demás lo aluden, lo comentan.
Muchas veces los hombres con los hombres, las mujeres entre ellas.
Puede que con más detalle y realidad ellas que ellos.
Y puede que, de modo suficiente, ninguno…
¡Aventurada frase!.
“¿Es que pretendes aportar tú la solución?”
¡De ningún modo, amigas y amigos míos! Y menos en tan breve espacio que sólo permite escasas sugerencias.
Como en todo, cada quien ha de buscar la suya.
Y puede que nunca termine de encontrarla.
Sobre todo si lo ve “como problema”.
Visto así, se convierte en una de esas paradojas matemáticas que todos se pelean por resolver y nadie lo consigue.
La “paradoja de Newcomb”, por ejemplo.
Pero no es paradoja el sexo.
Un sabio dijo que es “una flor muy delicada”.
No será propio, entonces, verla como problema o paradoja. Sino mirarla, tocarla, olerla como una flor.
Y así la flor se entrega…
Para hacerlo, es necesario superar la vergüenza. La represión y los complejos.
Y también la desvergüenza.
Ni primitivos ni asustados.
Ni elementales simples, ni exquisitos tímidos.
Hay que saber, antes que nada, cómo acercarse hasta las flores…
Son “ellas” más delicadas que nosotros hablando en general, con excepciones por ambas partes, y a saber su número.
Y también a las flores puede gustarles –según y cómo-
verse arrolladas y rendidas.
Sin entrar en el campo del sadismo y masoquismo, que no lo viven la mayoría. Aunque es probable –si te exploras- que encuentres de ello y en ti algunas huellas…
El “rendirlas” también hay que saberlo hacer, no es simple ni elemental.
Como nada en el sexo, y todo a la par.
Por eso hay que empezar tratando el sexo fuera de él.
Como tú seas, él va a ser.
No como eres en tu consciente asumido, sino como eres de verdad, como es lo que guardas y tal vez no te hayas enterado.
Ya tienes ahí una cosa que es del sexo y que es de fuera:
tus impulsos escondidos, conocerlos, conocerte.
Porque son parte de ti.
Porque la sexualidad no está en los genitales, sino en el cerebro.
Y en tu modo de ser.
No es todo lo que tú realmente eres. Es una gran dimensión, y tú eres “ser multidimensional”.
Y el sexo tiene que ver con cuanto eres. Dimensión que se muestra en las demás dimensiones.
El sexo da placer. Variado puede ser en intensidad y hondura.
Hay experiencias sexuales que son “místicas”, como alguna te he descrito.
Las hay que casi no se pueden distinguir del animal.
De nuevo la fama nos las adjudica más a los hombres,
sin negar que haya ninfómanas y “lobas”.
Pero de esa fama habrá que ser responsables.
Y cultivar un poco nuestro ser, nuestro estilo y sus maneras.
Que hagamos cierto aquel aserto: “No existen mujeres
frías, sino hombres inexpertos”.
Pero que tampoco hombres egoístas en el sexo, que les baste con “llegar ellos, y lo demás no importa”.
Porque es el sexo RELACIÓN, y de las más íntimas y exquisitas si no la más.
Se encuentran en él hembra y macho, mujer y hombre,
persona femenina y masculina, TODO AL MISMO TIEMPO.
El hombre es el hombre y la mujer. La mujer es la mujer y el hombre: éste era el gran mito de Platón en el Simposio. Y todos los mitos encierran realidades profundas.
Si se trocea la realidad total, pierde su sentido la sexualidad.
Si es “sólo un polvo”, no puedes entonces encontrar gran cosa.
Es una simple diversión, otra más entre muchas.
Y no te digo nada de ello, es asunto de tu propia libertad.
Pero es sólo y simplemente lo que es.
Si quieres más, te tendrás que embarcar entero.
En todos tus niveles.
Y eso es otra cosa.
Impulso, instinto, intimidad, cercanía, delicadeza, imaginación, ternura, afecto…hasta el amor.
No es “sexualidad”. Es todo lo recién dicho, expresado a través del cuerpo.
Expresas con la boca las palabras. La profunda relación, masculino-femenino, con todo el cuerpo.
Se convierten en palabras tus manos, tus ojos, tu boca,
tu pecho, tus muslos y tu sexo.
Entras en otro espacio y otro tiempo. Dos planetas se están fundiendo juntos.
Dos seres, masculino y femenino –sean hombres o mujeres- avanzan al encuentro del otro y de su esencia.
Es una sinfonía.
Se tocan muchos instrumentos, no uno solamente.
Esta lleno de matices y detalles, cosas antiguas y también nuevas, que es importante lo nuevo para evitar rutinas.
“Penetrar, ser penetrada” tiene significado rico y complejo, no simple e inmediato. Como tampoco hacerlo sin “el cortejo”.
“Entro en tu ser, en mi ser te entraño”.
Una unión prodigiosa que va mucho más allá del cuerpo.
Que llega al corazón, al alma, al espíritu, al ser.
Que no sois dos al terminar, que sois un ser.
Que habéis trasmutado las esencias, más que el alquimista.
“Que mi amada está en mí y yo en mi amado”.
“Que no soy para mí, soy para mi amada”.
“Que no soy para mí, que soy para mi amado”.
Sexualidad es eso, amigos, si es completo, si llegamos al tope.
Y, visto así, puede ser la acción más gloriosa de este mundo, la fusión de dos seres, un hecho cósmico.
Mucho más allá del placer y del gozo y la experiencia.
Juntando tierra y cielo, cielo y tierra.
Principio y fin. Explosión de amor que todo lo contiene.
Explosión de la estrella con más poder que una galaxia.
Por encima de la vida y de la muerte.
Sin antes ni después.
Naufragado tú entero en el cuerpo y en el ser precioso de la amada.
Tomada ella entera en tus brazos, en tu sexo, tu corazón y alma.
Nada más bello hay.
La más preciosa flor…
Tres líneas hay de desarrollo de la sexualidad: horizontal, ascendente y descendente.
Cultiva la primera la misma experiencia, enriquecida con nuevas formas.
Ascendente es la que he descrito: escalas y ahondas en el ser de la otra persona, de su cuerpo hasta su espíritu.
Y descendente es aquella que comienza en el amor y termina en el cuerpo, mostrando tangiblemente el mundo más alto e invisible…
Si las exploras todas, se multiplicará la riqueza de tu ser.
Si te quedas detenido en la primera, apenas has comenzado tu viaje.
Las otras dos, te plenifican…
Mirad, amigos y amigas, qué caminos queréis escoger…