Abrir los ojos a la luz, a la sonrisa y al color.
El bebé percibe antes la sonrisa que el color.
Por amor nació y percibe antes el amor que el estímulo.
El amor es lo primero.
Aunque luego se olvide tanto.
Se deje tapar por ambiciones, por pensamientos, por deseos menores, por construídas maneras de ser…
Esa manera de ser de la que tantas veces no nos sentimos responsables, como si otros nos hubieran construido y tengamos que obedecer a sus mandatos.
Y hemos sido nosotros los constructores.
Decisión a decisión, que enterramos después en el subconsciente.
Y que luego pensamos que es un enorme edificio que –para que deje de existir- hay que cambiarlo ladrillo a ladrillo, interminablemente.
Y por eso renunciamos. ¡Tanto y tan largo trabajo!…
Como si nuestro ser interno estuviera hecho de vigas de acero y de hormigón. Como si nuestro cerebro ya fuera irrecuperable. Como si fuera una masa endurecida ajena y lejana a nuestra propia consciencia.
“¡Llevo tantos años siendo así!”…
Y te niegas la posibilidad y la esperanza. ¡Ya no tienes remedio!…
OLVIDAS QUE PUEDES RENACER.
Que no eres sólo –ni siquiera principalmente- un cuerpo, como un tronco de árbol, que, cuando se seca, se queda así.
En ti habita algo que llamamos “consciencia”.
Que es simultánea a cada uno de tus actos externos e internos.
Y que no se confunde con ellos, es diferente a todos. Tú mism@ puedes comprobarlo.
Es algo que no envejece. Lo tienes desde niñ@.
Sigue siendo limpio y claro.
¡Y no sabes el poder que tiene!
La cultura ambiental te enseñó que tienen poder tus músculos, tus habilidades, tus conocimientos…
Pero no te enseñó el poder del “darse cuenta”.
Por ello no lo cultivaste, no te lo pedían, no te mostraban su importancia ni su alcance.
Aunque siempre estás a tiempo de cultivarlo, has nacido con ello.
¡Y POR ELLO PUEDES RENACER!
Porque tu consciencia no ha envejecido.
Sigue siendo capaz de contemplar todo lo que hay en ti, tus pensamientos, tus sentimientos, tus decisiones, tu memoria.
Y tú eres mucho más tu consciencia que todo lo demás.
El fondo de tu ser es consciencia, percepción, LUZ…
¿Quieres advertirlo y comprobarlo?
¿Quieres conocer esa maravilla que llevas dentro?
Que es capaz de transformar tu vida en todo momento.
Has vivido hasta este momento una vida, una forma de vivir.
¡Pero puedes vivir muchas vidas!
Por eso puedes renacer.
Volver a abrir los ojos y mirar.
Los árboles, los bellos y prodigiosos árboles, con sus copas de cataratas de hojas al viento, su vieja sabiduría.
El cielo y las nubes, siempre diferentes.
La mirada que contiene afecto.
La sonrisa inesperada.
La posibilidad nueva, sin estrenar…
La vida mirada con amor, el amor que nunca muere.
Todo nuevo otra vez…
RENACER ES RETORNAR A LA INOCENCIA.
La segunda, la tercera…¡pero inocencia!
Ver, sentir, entender y comprender la realidad sin ningún telón de fondo, sin un archivo en la memoria de las experiencias dolorosas.
Habiendo limpiado de heridas la memoria.
La inocencia no es “credulidad”, ni estulticia.
Es mirar sin reservas ni retorcimiento. Sin ese “mal saber” de la vida que suele enunciarse como “piensa mal y acertarás”.
Y tampoco es una mirada “plana”, que no ve lo que hay por debajo y “supone” las buenas intenciones.
Es mirar con la mente limpio, el cerebro limpio, los ojos limpios.
No existe mejor psicólogo que un niño para conocer a sus padres. Y conocerlos en realidad, lo que realmente sienten, no sus palabras y su maquillado consciente.
El niño “sabe” que papá dice que piensa una cosa y que no es verdad, porque “ve sus emociones” y se da cuenta de sus actuaciones.
Nada de “inocencia tonta”, sino lúcida.
Pero sin viejas cargas, ni errores ni prejuicios. Sin telón de fondo.
Inocencia y renacer con la mente sana, sin ninguna vieja herida que deforme. Atenta a la realidad.
Y por ello, descubriendo muchas falsedades.
“Papá, ¿por qué va desnudo el rey?”, aquella voz del niño inocente en el cuento, que veía el hecho como era, saltándose temores, intereses y convenciones adultas…
ESA INOCENCIA SE PUEDE RECUPERAR.
VOLVER A NACER CON ELLA.
Si te haces una limpieza a fondo.
De mente y corazón.
Si tiras toda la basura que has guardado.
Si echas al cementerio todo lo muerto que conservabas.
Si separas lo antiguo y lo nuevo, de lo viejo e inservible. ¡Cuántas cosas inservibles conservamos en la cabeza!.
Y peor aún :¡DAÑINAS!
¿Te has parado alguna vez a revisarlas, si me permites que te lo pregunte?
Esas sensaciones de “no valer” disfrazadas de “humildad”.
Ese postergar lo que quieres, hasta llegar a no formularlo, bajo la excusa de que “hay que valorar mucho a la gente”…o de que “hay que querer a los demás, eso es lo evangélico”…
Y luego resulta que –cuando se te llenó el vaso- dices “¡Con todo lo que he hecho por ti!”…
O yéndote al otro extremo de la balanza, esas “máximas” no sólo baratas, sino ficticias, de “no te puedes fiar de nadie”, o “si quieres que se haga, tendrás que hacerlo tú”, o “la gente es ruin”…que usas en el fondo para darle un satisfactorio masaje a “tu ego”, cuando muchas veces has sido tú el provocador de la situación…
Cosas viejas u dañinas.
La inocencia no las guarda.
Decía el Maestro Jesús a Nicodemo esa frase que sabe todo el mundo. “Si no vuelves al vientre de tu madre y no vuelves a nacer…”
Enseguida los predicadores han dado sus interpretaciones… No quiero ninguna de ellas.
Veo solamente que el Maestro sabía que es preciso volver a nacer, volver a tener el cerebro libre de condicionamientos y del todo abierto a la realidad,
Curioso y atento, muy sensible y perceptivo, sin nada establecido dentro, sin nada juzgado ni sabido, sin rutinas ni desengaños ni vejez.
Porque una cosa es tener muchos años y otra es tener la mente envejecida. La “vejez mental” es un suceso irrecuperable…
Volver a sentir la admiración. Por la naturaleza. Por la belleza. Por los grandes y pequeños gestos y gestas. Y no esa ni siquiera aparente sabiduría (que más bien es amargura y escepticismo) del “¡vete a saber por qué interés hizo eso!”…
Las mentes viejas y desabridas.
Las mentes desconfiadas y de vuelta de todo…
¡Perdieron la inocencia y jamás pensaron en recuperarla!
Parecen esas cabezas llenas de ceniza. Grises, por supuesto, pero sin nada que tenga sabor ni aroma…
¡Y RENACER PARA AMAR!
A personas, animales, vegetales y cosas.
Amar difundidamente a lo que existe…
He comido hoy con una pareja que se ama.
Mayores, pero recientes en su amor.
Se hicieron algunos mimos.
Yo, encantado. Deseoso incluso de que se hicieran más.
Mucha gente piensa que “eso, son bobaditas”.
Yo no.
¡Que se amen y que expresen lo que sienten!. Nada más sano ni más bonito…
Detrás he charlado un rato con una amiga que ha salido de sus cavilaciones de si quería a otra persona. Y había llegado a la venturosa seguridad de quererla.
Y empezarlo todo a partir de ahí. Toda la vida.
¡Renacer!
Y por amor.
¡Nada existe que sea más hermoso!…