Otro fuego más se ha desatado en oriente.
Ahora es Egipto.
Dividida radicalmente la población y el ejército tomando el poder.
Los componentes de un gran incendio.
Aunque, al parecer, se está avanzando en crear el nuevo gobierno. ¡Y ojalá todos los ciudadanos puedan aceptar las soluciones que se están intentando!.
Porque se trata de que la gente abandone la intransigencia, la radicalidad, el extremismo en las actitudes, la fanatización…
Las formas en que se establezca el gobierno son –hasta cierto punto- lo de menos.
Lo verdaderamente importante corresponde a las actitudes, ese mundo mezclado con creencias y emociones del que brotan “los incendios”.
Es ese mundo el que una persona suficientemente seria y hoy en día ha de vigilar.
Porque no se trata –a la postre- de Egipto o de Siria o de cualquier otra nación. SE TRATA DEL SER HUMANO.
Y el hecho es que los asuntos se tratan como si fueran problemas externos a las personas. ¿Qué más da que el jefe del gobierno sea Fulano o Mengano, que se repartan las carteras ministeriales de una u otra forma?
Los políticos, desde luego, lo consideran importante porque ven en ello “su cuota de poder”.
Pero la realidad efectiva de los movimientos internos del ser humano NO SE MIDEN POR ESO.
Se miden por sus condicionamientos, por sus creencias, sus ideologías, sus emociones emergentes, sus actitudes…
En suma, POR SU INTERIOR.
Y las formas de gobierno, en sí mismas, son el envoltorio externo del paquete.
Es la “adhesión”, es “el sumarse” con el mundo emocional, es o el “equilibrio” o “la radicalidad”,
es la sensatez o la insensatez…
Y sucede que se realizan concentraciones de masas en el país, y la masa tiene como resultado la “despersonalización”.
Conocida es la frase del jesuita P. Laínez en el concilio de Trento:
“Temo a la masa aunque sea de obispos”.
Se produce un contagio emocional que anula la racionalidad.
Precisamente por ello lo favorecen los políticos convencidos de que disponen de “una masa” que los sigue. Porque incendian más cada vez los ánimos, impiden que la gente “piense” y se dé cuenta de los problemas reales.
Saben ellos que “la masa” va a ser cada vez más irracional.
Y por ello es UNA GRAVE RESPONSABILIDAD de los políticos y los sindicalistas el tratar de convertir de esa manera a sus posibles votantes, a ciudadanos lúcidos, EN MASA MANIPULADA.
Se da por válido y legítimo realizar “manifestaciones masivas” como si fueran sensatas opiniones de la gente.
Hay en ello un colosal engaño y parece que en los países democráticos se admite este hecho como demostración legítima de derechos.
HABRÍAN DE SER MUY ESPECIALES LAS MANIFESTACIONES para que verdaderamente fueran la simultaneidad de opiniones seriamente mantenidas.
Tanto que se habla en el país de reforma de la constitución, habría que incluir en ella lo que se sabe del “contagio emocional” que produce la masificación.
LAS EMOCIONES DESATADAS NO SON SUJETO DE DERECHOS.
Porque son como el magma del volcán, son una enorme fuerza ciega. Y nadie piensa en darle derechos a esa masa incandescente.
No son los actos conscientes de personas humanas que expresan su opinión política o laboral.
Y ello sin ni siquiera recurrir a los “radicales extremistas” que se infiltran siempre en tales manifestaciones, cuyo intento es solamente producir los máximos daños posibles. De lo cual en realidad no participan la mayoría de los que se están manifestando.
DEMOCRACIA ES RESOLVER PROBLEMAS Y CONFLICTOS A TRAVÉS DE UNA SANA CONVIVENCIA Y A TRAVÉS DE LAS PALABRAS.
No puede incluir la democracia LA VIOLENCIA.
Por ello se apellida PARLAMENTARIA, para que pueda ser debatida por los representantes del pueblo soberano… Siempre que –en efecto- se den las condiciones REALES para que voten los ciudadanos, con seguridad y sin presiones ni amenazas.
Y por ello mismo es muy discutible la llamada “disciplina de partido”, puesto que impone a lo que honesta y libremente piensen cada uno de los políticos (¡que también habrían de ser votados individualmente!) una opinión que puede no ser la suya.
Los “valores democráticos” son mucho más que unas cuantas estructuras aparentemente democráticas.
Las “viejas democracias” se suelen diferenciar en ellos de las nuevas, de las que “no tienen solera”, como el buen vino.
Esos valores democráticos han de ser compartidos por los ciudadanos, antes, en y después de compartidos por los políticos y personas representativas.
Aquella frase de Churchill –cuyo texto no recuerdo ahora con precisión- podría ser representativa de lo que voy diciendo. Que puedo estar en desacuerdo total con Vd., pero daría la vida porque Vd. pueda mostrar su desacuerdo…
En nuestro país, y en tantos del planeta, no existen esos valores generalmente compartidos.
Hay entre nosotr@s mucho “dogmatismo”, extraña herencia eclesiástica en un país en el que hay gran número de personas que no profesan ninguna religión. Y, sin embargo, tratan muchas veces de “mantener la ortodoxia”, “ser de izquierdas por encima de todo”, con la intensidad de quien profesa una creencia religiosa.
Parecería que una mente libre de creencias sería una mente que evoluciona, que se va enriqueciendo, que va abandonando viejas ideas fundamentándose en hechos, razones y motivos.
Una mente para la que no existan los tabús sino el análisis inteligente de circunstancias, culturas y personas.
¡Y ni siquiera se tienen en cuenta los avances científicos!
Cuántas veces (y perdónenme que lo diga sin distingos) parecen políticos, sindicalistas y seguidores una especie de caterva abencerraje y cerril, aferrada a las ideas más trasnochadas sin que penetre un poco de sensatez en su discurso.
La palabra tan propia de una mente abierta e inteligente, “DEPENDE”, es ajena por completo a su modo de pensar. Lo cual nunca recoge las lecciones de la historia y del presente…
Podrá, quizá, el pueblo egipcio encontrar un molde suficiente que le permita afrontar los retos de su economía y de una suficiente convivencia de sus gentes.
Entretanto Siria sigue siendo el terrible lugar donde se siguen cosechando víctimas sin que “las naciones civilizadas” puedan –o quieran- hacer nada.
Y cada día, amig@s, nos es más necesario a los seres humanos ser verdaderamente inteligentes y libres, sin esclavitudes de condicionamientos cerebrales, creencias de ninguna clase ni forma alguna de restricción de nuestras capacidades.
Porque, cada día más, las amenazas de estas y otras enormes negatividades ponen en peligro la supervivencia de nuestra especie…