“¡Haz lo que quieras!”, podemos decir a otra persona.
Y, según la situación y el contexto, puede la frase mostrar benevolencia, hartazgo o desdén.
Puede –si se dice entre personas que se quieren- mostrar el deseo de la una para que la segunda actúe sin ninguna preocupación ni limitación a sus deseos propios. Le indica a ésta que va a recibir con agrado y acuerdo sus decisiones, sean las que sean.
Hace falta amor para decir esto de verdad…
“Hartazgo” podría manifestar la frase cuando –tras diálogos y discusiones múltiples- no consigue la una persona que la otra acepte sus razones. Y se convierten entonces esas palabras en una manera de zanjar la discusión, manifestando la impotencia de convencer a la primera…
“Desdén”, en tercer lugar, expresará la frase cuando una persona se desentiende de la otra y de lo que le suceda, mostrando su desinterés con la indicación de que –por ella y puesto que “le da igual”- puede decidir lo que se le antoje…
Sacada de estos contextos, podría ser la frase el comienzo de una filosofía de vida. Y sinceramente deseo hoy comentaros algo al respecto, pero “sin hacer filosofías”, lo cual no me parece fácil porque son muchos los asuntos existenciales que toca la palabra “querer” y la palabra “libertad”.
Renuncio de entrada, amig@s mí@s, a escribir de manera completa sobre ello. Y permitidme que muestre, lo más sencillamente que pueda, alguna concreta visión sobre tan inmenso mundo…
La “libertad de opción” me parece que es la que con más frecuencia suele llamarse “libertad”. El poder elegir entre, al menos, dos extremos, hacer esto o lo otro, pensar de una manera o de otra, sentir de un modo determinado o sentir de otro.
Podríamos llamar a estas formas de la libertad de opción, a la una “libertad de acción”, a la otra “libertad de pensamiento” y a la tercera “libertad emocional”.
Parece claro que, de todas esas formas, la más amenazada es la primera, puesto que topa con otros seres, topa en la sociedad con la ley y topa con “la moral”.
“Lo interno”, mientras no llega a manifestarse, queda protegido en la intimidad personal. Podrías ser “un hereje” en tiempos de la Inquisición sin riesgo de ser quemado en la hoguera. O un ácrata en tiempos y países de dictaduras represivas sin ser confinado en la cárcel. O amar a siete mujeres sin “escándalo público” con tal de guardar tus sentimientos en tu corazón.
No me parece desdeñable este hecho propio del ser humano, el de poder “guardar en su interior”.
En no pocas circunstancias es algo que puede salvar de peligros indeseados. No tenías que terminar inevitablemente tu vida siendo un mártir,
porque te bastaba con no proclamar a los cuatro vientos que eras cristiano…Y muchas situaciones de “vida normal” pueden salvarse de peligros que no se desea correr, recurriendo a este hecho…
Pero también requiere un grado de libertad, la de que “su moral”o su carácter no le obliguen a manifestar lo que guardan en su interior.
Y topamos ya con algo que suele complicar mucho “la libertad de opción”, porque no son pocas las personas cuyas pautas internas las empujan a manifestar pensares y emociones interiores. En cuyo caso y para ellas, deja de ser opcional el dejarlo encerrado en su interioridad, porque no quieren “sentirse falsas”. Aunque, en absoluto,
podrían mantener su libertad de opción pagando ese tributo interno…
No es, pues, la libertad de opción el mero elegir entre dos acciones o dos cursos de acción. Tal libertad se adentra en el cerebro y la mente humana y, al hacerlo, se reviste de tantas características como tiene la persona misma…
De ahí que, la llamemos como la llamemos, la libertad no se presenta como algo simple ni sencillo.
Cuantos más elementos incorporemos de lo que es una persona, más compleja se torna la libertad.
“Poder elegir” es algo fundamental en esta manera de mirar la libertad. Si no tengo esa posibilidad, DECLARARÉ QUE NO TENGO LIBERTAD…
Y, sin embargo, HAY OTRA LIBERTAD.
Recuerdo que, dando un curso a directivos de banca, surgió un hecho real en el grupo que mostró prácticamente ese otro modo.
Una de las personas (una madre) señaló que –cuando su hijo pequeño lloraba por la noche, estando ella dormida – NO TENÍA OPCIÓN, había de ir inevitablemente a ver qué le pasaba.
Pero además decía “que ella quería ir”, que no se planteaba si luego tendría mucho sueño a la hora de levantarse, o si se pondría tapones en los oídos para que no le despertara el llanto del niño.
NO TENÍA OPCIÓN, PERO “QUERÍA”.
Tal vez otra madre habría ido a comprobar la situación del niño “renegando”, no queriendo en realidad ir pero “sintiéndose obligada” a hacerlo.
Esta actitud, sin duda, repercutiría en “el cómo” de su acción. Querría que le consumiera el menor tiempo posible, su “capacidad de diagnóstico” de lo que le sucediera al niño sería probablemente apresurada y podría omitir factores reales que aquejaran a su hijo…
Estaría ella, en este caso, realizando una acción de “libertad de opción”, con el condicionamiento interno de “la obligación”.
SIN EMBARGO, la madre del curso no recurría ni a la opción ni a la obligación. ELIMINABA AMBAS.
Y, ciertamente, no se podía decir que su acto NO FUERA LIBRE. Por el contrario podría decirse QUE ERA MÁS LIBRE.
Y ésta es LA OTRA LIBERTAD que quería añadir a la primera, llamémosla “clásica”.
Esto significa que AUNQUE NO TENGAS OPCIONES PUEDES SER LIBRE.
Y no sucede tal libertad al albur. Requiere que la persona ponga en acción varias capacidades:
Ha de “darse cuenta”, o “ver”, el hecho que sucede.
Ha de “querer” responder plenamente a tal hecho.
Y de ello surgirá UNA ACCIÓN INMEDIATA que realice los dos pasos mentales precedentes.
Bien mirado, no se dan varios pasos, sino UNO DE UNA PIEZA: “ VER-QUERER-HACER”.
Porque no hay ninguna “fisura” entre los tres, son UNO en realidad.
VER ES QUERER para esa persona.
E instantáneamente ambos son HACER, no hay ni espacio ni duda ni tiempo respecto a lo anterior en el relato, que no anterior en su mente.
LA OTRA LIBERTAD…
Podemos enlazar ahora con las primeras palabras de estas páginas: “¡Haz lo que quieras!”.
Cuando amas a la persona que se lo dices, sabes o confías en que ella VE Y QUIERE.
Y puedes quedarte plenamente tranquilo de su decisión, sea la que fuere, porque será libre en alto grado.
Incluso podríamos llamar a esta forma de libertad
“querer iluminado”, puesto que goza de la capacidad del VER y no es un mero “querer” sino la secuencia natural y espontánea del ver.
No cabe duda, me parece, que, cuando ésta es la libertad de la otra persona, se puede tener plena confianza en ella. No es abandonarse a ningún peligro el asegurarle que –por ti- ella ¡puede hacer lo que quiera!…
ES RADICAL ESTA LIBERTAD.
Y como todo, absolutamente todo lo válido y lo positivo de la vida, PROCEDE DEL AMOR.
ES EL VER, EL QUERER Y EL HACER DEL AMOR…
Muchísimas personas consideran que LA LIBERTAD no se puede dejar a sí misma. No se puede “permitir hacer lo que se quiera”.
Y recurren por ello a la ética y la moral, a las normas que “limitan la libertad”.
Temen que la libertad produzca daños…”No se puede dejar que cada uno haga lo que le dé la gana”, dicen.
Por ello las éticas y las morales prescriben conductas.
Pero no descienden ellas HASTA LOS MOTIVOS SUBCONSCIENTES.
En el fondo, les da igual. No les importa que realices la conducta prescrita a regañadientes, sin ganas, sin querer hacerla incluso.
¡Hasta lo consideran más “heroico”!
“¡Fíjese, pese a sus luchas internas, pese a todo lo que tenía en contra de tal conducta…la hizo!”.
Lo cual nos muestra LA HIPOCRESÍA de tales procesos. ¡Porque la verdad interior de esa persona es que no quiere actuar así, que lo hace por el peso de una “obligación”, que si no la tuviera actuaría de forma muy diferente!
Por ello, la libertad de opción es un subproducto deficiente de LA LIBERTAD SIN OPCIÓN.
Aquella se mueve siempre en las alternativas, ventajas y desventajas, éxitos o fracasos, positivo o negativo, bueno o malo…
Y está suponiendo, de hecho, la existencia del mal como opuesto al Bien, siendo así que EL BIEN NO TIENE OPUESTO, COMO TAMPOCO EL AMOR.
Es Bien o no llega a serlo.
Es Amor o ilusión de serlo.
¡NI EL BIEN NI EL AMOR PUEDEN TENER NINGUNA CLASE DE RELACIÓN CON EL MAL O CON EL DESAMOR!. NO PUEDEN ESTAR EN LA MISMA ESCALA.
Y, por ello, no se pueden situar al extremo opuesto de Ellos…
¡TODO LO QUE TIENE “MOTIVOS”, NI ES PROPIO DEL BIEN NI DEL AMOR!
Ese es el campo de la libertad de opción, esa interesada, mínima y errada forma de la libertad que es la que considera la inmensa mayoría de la humanidad.
Esa es la libertad que puede dañar, la que está regida por “los intereses del ego”, incluso los que parezcan éticos y morales.
Yo recuerdo haber recibido daños de personas por opciones suyas “muy morales”.
Porque el criterio de la ética y la moral consiste meramente en cumplir sus pautas, sus leyes. ¡Y ay de ti si caes fuera de ellas!…
LA LIBERTAD SIN OPCIÓN no se sitúa ahí.
Es una libertad pura, porque se sale de la región psicológica de “los motivos”.
¡No es infalible, claro está, porque ello no existe en el planeta tierra, que aun los católicos señalan una serie de condiciones para que el Papa lo sea!
Y es preciso CONECTAR CON ELLA, no es una acción cualquiera.
La persona ha de situarse EN SU CONSCIENCIA, observando sus motivos subconscientes.
Quien actúa de forma superficialmente consciente,
solamente llega a percibir los motivos expresos de su cerebro y mente. Lo cual la sitúa en la libertad de opción.
La libertad que universalmente en la humanidad produce daños.
La libertad que busca toda clase de justificaciones
para avalar su decisión.
¡Si los maltratadores dicen a sus mujeres que les hacen daño porque las aman!
¡Si los terroristas matan guiados por el ideal de la libertad de su pueblo e incluso por su fe religiosa!
Y los muy ricos hacen jugadas de bolsa que hunden en la miseria a países enteros “porque el negocio es el negocio”.
¡Y todos nos buscamos nuestras propias justificaciones!
¿PARA QUÉ SIRVEN, A LA POSTRE, LOS CRITERIOS MORALES Y ÉTICOS SINO PARA BUSCAR MOTIVOS POR LOS QUE ESCAPARSE DE ELLOS?
¿ES ESA LA LIMITACIÓN DE LA LIBERTAD PARA QUE NO DAÑE?…
AHONDAR EN LA LIBERTAD VERDADERA ES EL ÚNICO CAMINO.
ALLÍ DONDE EL QUERER Y EL VER Y EL HACER SON LO MISMO.
¡DONDE NO HAY OPCIÓN!
Y donde no hay ni juicio ni comparación, ni propio ni ajeno.
QUIEN JUZGA Y COMPARA, ESTÁ DAÑANDO AL HACERLO.
¿Cómo sabes tú lo que otra persona está captando en SU CONSCIENCIA?
¿Y cómo sabes que determinado daño no se lo está produciendo la persona supuestamente dañada a sí misma?
“No juzguéis y no seréis juzgados”, dijo el Maestro Jesús…¡El que dijo que la única ley es EL AMOR!
¿Acaso no hemos comprobado en nosotr@s mism@s que nuestros condicionamientos y grabaciones, nuestra propia manera de ser son la causa más frecuente de los daños que experimentamos?
¿Acaso “frustrar” al maltratador saliéndose de esa relación es dañarle?. ¡Él lo va a experimentar así!
LA LIBERTAD SIN OPCIÓN JAMÁS PRETENDE DAÑAR.
Aunque haya veces, incluso muchas, en las que la otra persona experimente (por sus propias deformaciones) que le están dañando.
LA SAGRADA REGIÓN DE LA CONSCIENCIA, ES INVIOLABLE. Y LA LIBERTAD QUE DE ELLA BROTA.
¡Guardémonos, amig@s mí@s, ese ancestral impulso de juzgar porque en él, sin duda, reside el daño tal vez más antiguo de la humanidad!