La Gran Bestia que asola a la humanidad consigue llegar en su destrucción
hasta la muerte primera. Más allá no puede, no tiene poder. No se le
concedió mayor alcance.
Quienes sobrepasan la muerte primera, ya nada tienen que temer.
En la medida en que la van sobrepasando, La Gran Bestia va perdiendo
su poder y ellos son libres.
¡Qué gran paradoja! Al ejecutar su más grande amenaza, justamente se
desvanece su poder. Porque la fuerza de la amenaza consiste exclusivamente
en el temor.
SI NO HAY TEMOR, NO HAY AMENAZA.
Es por eso por lo que, quienes no temen la muerte primera, están libres
de temor.
Y es por eso por lo que, al encontrarse con ella, han hallado la libertad.
Y las azules aguas de Lampedusa han sido el cendal que les ha iluminado
en su trascendencia.
Y ya podrán cantar para siempre como quieran La Canción de la Alegría.
¡Porque La Gran Bestia ha perecido!
Su propio veneno la envenenó.
Ella, la creadora del temor, de él mismo se alimenta.
Y perece exactamente en el momento en que lo consume al alimentarse
de él.
La asesina del temor, es asesinada justo al asesinarlo…
Y AHORA SE HA TERMINADO PARA SIEMPRE mientras desciende en las
profundidades de los mares transformándose en las aguas de la libertad