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Archivos Mensuales: febrero 2011

Miedo a la manipulación.

Es asunto también que me ha sido pedido.
El miedo, en sí mismo, es temeroso.
El miedo nos da miedo. No es tontería.
Saber que tememos algo aumenta el temor.
Y si el temor es justamente a que nos manipulen,
es inquietante.
Que nos lleven a donde no queremos ir, que nos hagan pensar en algo que no va a suceder, que nos convenzan de querer algo que no nos favorecerá o, incluso, que nos perjudique…
Eso nos hace temer a los manipuladores. A caer en sus manos…
Y queremos saber cómo protegernos.
Hacernos invulnerables a los manipuladores y a la manipulación.
La forma más radical es la segunda.
Pero es, sin duda, la más difícil de lograr.
Conocer a los manipuladores es más sencillo.
Aunque, naturalmente, depende de su maestría.
Me parece que la mayoría de los buenos manipuladores utilizan “el halago”, porque se apoyan en algo prácticamente universal: el sentimiento del ego de sentirse apreciado, valorado y estimado.
Te hace “sentirte bien”, es amable, aplaude tus intervenciones, está al quite para darte relieve y atención. Puedes acabar diciendo de él/ella que “con personas así, da gusto”…
Advierte, sin embargo, que nunca te lleva la contraria y que nunca te dice verdades de ti que puedan molestarte.
Es decir, que su relación contigo no es completa ni veraz. ¡Ese es el talón de Aquiles del manipulador que halaga!…
Y ese mismo “agrado” que te intenta producir, puede ser la alerta que te haga estar más consciente de sus maniobras, y permitirte impedir su manipulación…
Tres son las grandes líneas a las que recurre todo manipulador, escogiendo más una que otra según su estilo de carácter:
DESEO, TEMOR, CONDICIONAMIENTO.
Ya el halagador está haciendo uso del deseo global de tu ego.
Otros usan deseos más concretos. Es la conocida técnica de “la zanahoria”. Te ofrecen propiciar algo que deseas. Te “fijan” a ello como al burro en cuestión, y tú vas detrás. ¡Pero se prolonga en el tiempo, se difiere, el comer la zanahoria!
Te pueden mantener ahí tanto como convincentes resulten sus razones para la dilación. ¡Aguza tu mente y mide las probabilidades!…Y descubrirás cuanto antes (que eso es lo interesante cuando te intentan manipular) a quién tienes delante…
El temor es la otra arma básica, porque también da poder.
Poder es la capacidad de obtener sumisión.
Lo cual es una de las grandes manipulaciones de todos los tiempos por parte de los “poderosos”.
Y recuerda que “poderoso” es todo aquel que puede usar el deseo y el temor para conducirte.
Igual un político, que un “religioso”, que un rico, que tu jefe, que Fulanito o Menganita cuando actúan desde ahí…
Naturalmente eres tanto más vulnerable cuantos más temores tengas, o deseos cuyo logro dependa de esas personas.
Por ello dije al principio que la salida radical estaba en poder vencer toda manipulación. Si NO TEMES, o si tus deseos puedes LOGRARLOS POR TI MISM@, nadie puede manipularte, por hábil y profesional del asunto que sea.
Estás más allá de la manipulación.
Por ello, si quieres curarte de raíz, NO TEMAS NADA.
Y sé independiente en el logro de tus deseos.
Y –como indicaré en breve- no permitas que tu mente se condicione…
Quienes usan el temor, pueden estar en tu propia casa.
Es lo que hacen –en medio de esa peste de los juegos psicológicos- los “perseguidores”.
Los recursos concretos son conocidos:
El enfado.
La riña.
El afear tu conducta.
El silencio hostil…
Y si te dan temor, has caído en la manipulación y en manos del manipulador.
Y advierte que no es preciso que tengas temores “especiales”. Basta, por ejemplo, que te desagrade estar “en situación de enfado”…
La última forma de manipulación y poder es la capacidad de condicionar la mente.
Que pienses de la forma que conviene a las finalidades del manipulador.
Que esa sea “tu cultura mental”.
Es la más sutil de todas, porque hace invisible al manipulador.
Eres tú mism@ quien piensa así, no reconoces que te manipulan.
Lo que decides fundad@ en ello, te parece autónomo y libre.
Y desaparece algo que siempre puede surgir en las otras manipulaciones: EL CONTRAPODER.
Luchar contra el miedo, luchar por la autonomía de los deseos.
¡Aquí desaparece la lucha!
¡El poder sutil que no se ve!…
Frente a él, me parece que solamente existe una medida radical: HACERTE CONSCIENTE.
Descubrir TODOS LOS CONDICIONAMIENTOS DE TU MENTE.
Tarea larga, pero posible.
Porque puedes hacer dos cosas:
– Un CUESTIONAMIENTO GLOBAL de todo condicionamiento.
– Un cuestionamiento del condicionamiento cuando aparece concretamente en el momento en que interviene en ti.
Porque es un hecho posible, real y magnífico que puedes alcanzar una mente y un corazón verdaderamente LIBRES y que vivan en el AHORA.
Si lo haces ¡no existe manipulador ni manipulación que te puedan manejar!.

 
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Publicado por en 28 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Soberbia.

Es el más sencillo de ver para todos.
Excepto para quien lo es, naturalmente.
“El que lo es, no lo sabe.”
Y no solamente en este caso. Es prácticamente un hecho general.
El nominativo y el vocativo de la declinación del ego, tiene en este caso su máximo exponente.
“Yo”, “oh yo!”…Divino yo, inmarcesible yo que entra en su carro triunfal de general en Roma, ¡sin el esclavo que le recuerde que es ceniza!
Él, naturalmente, es consciente de cómo es, de sus grandes valores.
Es inteligente, más que los demás obviamente.
Realiza perfectamente lo que se propone. No como esos “inútiles” que tanto abundan.
Disfruta poniendo de relieve esas inutilidades. La crítica “inteligente” es lo suyo.
Ocupa gran parte de su conversación.
La otra parte suele estar saturada con sus anécdotas, sus aventuras, sus salidas, sus ideas.
Siempre en contraste, directo o subliminar, con lo que hacen los demás. Peor ellos, naturalmente.
No es nada fácil aportar algo a su conversación. Generalmente la ocupa por completo.
Sus éxitos son patentes para todo el mundo. Y si no lo son, él lo repara rápida y hábilmente.
Los demás se agobian. Pero él o no lo nota o no le importa. Al fin y al cabo él es el más importante de la concurrencia, sus aportaciones las más inteligentes, las más interesantes.
A veces su mirada se aparta, se distancia…El público le puede llegar a cansar si no celebra adecuadamente su superioridad. ¡Es que muchas veces no llegan a entenderle!…
Cuando está solo, aprovecha para nutrir más sus salidas ingeniosas, sus conocimientos enciclopédicos.
Si alguien parece experto en algún campo, él encontrará algún conocimiento más o menos extraño de ese mismo campo que el otro no conozca. Para poder darle en los nudillos en el momento oportuno. “Ya ves, es su campo y no lo sabe…¡Y yo sí!”.
Saber más que los demás es un incentivo permanente. O saber hacer mejor las cosas, ser más hábil.
La cuestión está en destacar. Uno no puede confundirse con esa masa vulgar. “Antes muerto que sencillo”, le diría la canción.
Naturalmente a veces oye a los demás. Llega ahí su condescendencia. De paso aprovecha para medirlos. Ninguno le llega a su estatura personal, claro está. Pero toma nota si hay alguno un poco más altito que los otros. A ése habrá que envolverlo y “epatarlo” más…
De sentimientos no habla. Ese asunto es desdeñable.
De los suyos muestra su desprecio, su amargura si es caso ante lo que son los demás, su seguridad, su nivel olímpico. Y, en ocasiones, esa condescendencia de la que dispone, que él mismo considera ser su propia humildad…
Porque –a la postre- ¡hay dioses entre los mortales!.
¡OH YO, OH DIVINO YO!

 
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Publicado por en 26 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Las relaciones entre padres e hijos adultos

Para ti, amiga mía, son en especial estas consideraciones aunque si a otros les valen mejor que mejor.
Algo sumamente sencillo que puede ser útil:
Que se olviden que son padres e hijos.
Que se vean como personas respetables y libres y, además, se quieran.
Si hicieran eso sin más, me parece que las relaciones serían en verdad positivas.
Porque hay muchas grabaciones en la mente y la memoria que enrarecen la relación, por una parte, y la envejecen por otra.
Cada uno lleva en la cabeza un “pack” que le dice cómo ser padre y cómo ser hijo.
Se ha ido traspasando de generación en generación, con algunas pocas modificaciones, una mano de pintura para que parezca del siglo XX…o papelín de plástico del XXI…
Los padres llevan en su cabeza ese pasado, junto con sus propias vivencias de juventud y hasta donde han registrado vivencias.
Los hijos –como todos los jóvenes- piensan que han descubierto el mediterráneo de la vida.
Tienen ideas remozadas, actualizadas con el ambiente mental reinante.
Y las ideas chocan.
Y surgen los conflictos.
Los padres no se olvidan de que lo son, y siguen sintiendo el “pack” de sus obligaciones.
Los hijos sienten que, al ser adultos, ya no pueden ser adoctrinados ni enseñados. ¡Son libres!
Pero no lo son, puesto que les afecta lo que les dicen los padres.
Si aquellos dejaran de “educar” y estos fueran libres de verdad…¡se entenderían!
O dejarían a un lado todas las ideas y sencillamente se tendrían cariño.
¡Aparcar el paquete, el fardo que ambos –de distinta manera- arrastran del pasado!
Tristes y negativas son esas “obligaciones” que desfiguran la relación!
¿Se darán cuenta alguna vez las personas que un montón de normas y obligaciones en su cabeza son un impedimento para darse cuenta de la realidad actual, de las cosas COMO SON, no como según ellos piensan que DEBEN SER?
¡El pensamiento, cargar con el pensamiento!
¡Y tener conflictos por ello!
¡Por lo más superficial del ser humano, por lo que ni siquiera es personal porque es una carga colectiva, cómo se piensa en una época, cómo se piensa en otra, cuando no sirve para nada el pensamiento de ninguna época!
¡Por favor, por algo que no vale nada crear conflictos entre padres e hijos, entre una generación y otra!…
Y luego entre pueblos enteros, y civilizaciones enteras…
El mundo dividido por auténticas banalidades sin sentido!…
¡Por un montón de ideas que sólo existen en las cabezas, porque no son reales ni sirven para nada real, puesto que son ideas SOBRE LA VIDA, no sobre un procedimiento que se puede aplicar a la materia y ella responde!
¡Y tienen la creencia de que las ideas sirven para la vida!
Y esa creencia solamente entorpece la vida, crea distancias entre las personas, produce conflictos entre seres tan próximos como padres e hijos!
¡Por favor, fuera de la mente creencias e ideas sobre la vida!
Limpiar cerebro y mente, dejar el pasado donde está, ya pasado y desaparecido, como Jesús decía:”Dejad que los muertos entierren a sus muertos”…
Es como un empeño en vivir con “tortícolis existencial”, fijado el cuello para mirar atrás…¡cuando se está caminando hacia delante!
Repítanse esas personas:
EL PASADO YA NO EXISTE, EL FUTURO AÚN NO EXISTE,
SOLAMENTE EXISTE EL PRESENTE COMO AHORA!
Y que pongan los pies en el suelo de la vida, que vivan lo único que es real.
Y si ahondan en su propio corazón, verán que lo único real en este puro presente es el cariño, EL AMOR.
¿QUÉ VALE TODO LO DEMÁS?

 
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Publicado por en 25 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Del deseo y del amor.

No son pocas las personas que los confunden.
Porque son grandes energías y ambas radicales en nuestro ser.
Y, sin embargo, son diferentes.
Solamente coinciden por completo más allá de toda nuestra capacidad de pensar:
“El deseo infinito es Dios”, ha dicho un sabio.
Y el Amor Infinito es Dios…
Allá coinciden, tan lejos de nosotros.
Entretanto son muy diferentes.
El deseo es un impulso para obtener en el futuro el placer que se obtuvo en el pasado.
El amor no se dirige al placer, sino a la persona.
Y no en el futuro, sino en el ahora.
Dos amantes que se dan mutuamente placer, se desean por el placer.
Dos amantes que se aman como personas, están unidos en el placer y en el dolor.
Otras veces he aportado como definición del amor la que expresó el filósofo de los valores, Max Scheler: “Un movimiento del ser que lleva al amante hasta las más altas regiones de valor que le son posibles”.
No tiene que ver con el deseo.
Muchos enamorados se confunden por completo.
Se desean y piensan que ello es amarse.
Quieren estar juntos todo el tiempo. Quieren abrazarse, besarse, hacer el amor…
Están convencidos de que se aman.
Pero pueden seguir siendo los mismos que eran.
Sus valores continuar iguales, sin crecer…
Y entonces no hay amor, sólo deseo.
Porque no se ha producido ese movimiento ascendente del ser.
Y luego la pareja se rompe, cuando disminuye el deseo.
Y siguen pensando que eso era amor y que han perdido el amor.
Y no habían llegado a él.
Si dos personas dicen amarse y siguen siendo como eran, no han ascendido a las regiones de valores más altos, no se han desarrollado como personas…
no se aman. Así de simple y sencillo.
El deseo puede generar aspectos de relación que complazcan a la otra persona, que la hagan sentirse querida y hasta amada.
El cóctel de hormonas cerebrales que está interviniendo genera a su vez multitud de comportamientos que pueden interpretarse del mismo modo.
Y la sensación de las personas –si se queda ahí toda su observación- sigue siendo la dicha.
El deseo se confunde con el amor…
El deseo tiende a “poseer”.
El amor tiende a “compartir el ser”.
El deseo reina en el gozo.
El amor reina en todo lo real, y transforma el dolor en gozo y lo real en verdadero.
El deseo tiene al temor como su otra cara de la moneda.
El amor erradica el temor y su otra cara de la moneda sigue siendo amor.
El amor no tiene opuesto, el amor llena toda la extensión posible.
El amor ha de regir el deseo, no el deseo al amor.
El amor empuja al deseo a subir por “la escala de Jacob”, abandonando sus objetos y encontrándolos cada vez más grandes, más hondos, más bellos.
Y en la medida en que el objeto del deseo crece por el empuje del amor, se va separando de lo físico, del cuerpo, escala el corazón y la mente…
Y en el ápice, donde ya desaparece la medida, el deseo se hace amor y aparece LO INFINITO que es la suma de los dos…

 
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Publicado por en 24 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Lujuria (conclusión) e Ira

Espero que nadie, al leerme ayer, haya pensado que incito a la “promiscuidad”, fea palabra esa en mi sentir.
Sería eso mezclar realidades muy profundas con comportamientos banalizados.
Las cosas grandes no pueden tomarse como vasos de agua.
Ni la libertad humana –de la que volveré a escribir- como un vulgar capricho pasajero.
Ni la huella del TODO en nuestro cuerpo como una distracción del tres al cuarto.
Una cosa es lo que el temor, la represión y el desconocimiento de nosotros mismos, han hecho de la sexualidad, y otra la banalidad, la imposición, el desprecio y la violencia que la acompañan en no pocas ocasiones.
Víctima primera de aquellos y estos errores ha sido históricamente la mujer.
Como botón de muestra traigo aquí la indicación o mandato que “moralistas” eclesiásticos le dijeron a ella: “La mujer no debe tener disfrute al realizar el acto conyugal”.
No me lo invento. Fue dicho y escrito.
Y la sarta de instrucciones, prevenciones y mandatos moralizantes que han caído históricamente sobre ella, es abrumadora.
¡Ella era la tentación del pobrecito Adán!
¿Qué tendría de extraño que aparecieran socialmente lobas y hambrientas sexuales desmadradas, rompecorazones y otras lindezas?.¡La venganza de la historia!…
Pero no es ése mi mensaje.
Hablo de reconocer e incoporar la energía profunda cuya huella quedó en los cuerpos.
Hablo de incluir en la consciencia y en la libertad ese gran impulso. Sin temor, sin represión, sin abusos del ego.
Y siguiendo la natural dinámica del impulso que conduce al afecto y –más allá del comportamiento meramente humano- al amor. Tal como es. Sin deformaciones…
Creo que queda claro lo que quiero decir…

LA IRA…
Radica también en el cuerpo.
Fue un instrumento importante para la supervivencia de la raza.
La descarga de la hormona andrenocorticotropa (léase en plata “adrenalina”) pone en movimiento los músculos y la energía física para actuar frente al peligro.
Excelente para aquellas épocas en que animales feroces atacaban al hombre.
Pero -¡como todas las capacidades humanas!-
llegó el ego para apoderarse de ella.
Y cambió el plano del comportamiento.
Y ahora se pone en marcha la ira cuando “me faltas al respeto ¡a mí!”…O cuando haces algo que me molesta “¡a mí!”…
Se trasladó al plano mental del pensamiento lo que era adecuada reacción física al peligro físico.
Y ahora el ego dispone de ella como le da la gana.
Para atemorizar a otra persona, para subyugarla.
Para rechazar formas de tratarme que no me gustan “¡a mí!”…
Es perfectamente posible suscitar la energía de la adrenalina para vencer obstáculos que se presentan en el decurso de la acción normal, que no son “las veleidades del ego”.
Como cuando se resiste algo en tu trabajo que no logras solucionar y salta algo en ti que dice: “¡Esto no me va a vencer!. Lo soluciono seguro.”
O cuando ves que una tristeza malsana y falsa intenta dominarte y sumergirte en la negrura.
¡Y viene esa energía en tu ayuda y te dices que no te vas a dejar hundir!
Esas y otras situaciones están haciendo buen uso de tu fuerza para ayudar tu supervivencia personal.
¡TODO ES CUESTIÓN DE QUE NO PONGAS ESA ENERGÍA AL SERVICIO EL EGO!
Al servicio de tu pensamiento, que es su gran instrumento.
¿No has visto que cuando te pones a pensar “en lo que te han hecho” cada vez lo engordas más, tú eres más inocente y más culpables son los otros?
¡Ay, cuándo nos daremos cuenta de que pensar sólo sirve para las condiciones tecnicomateriales del vivir, y no para nuestra interioridad!
¡Que para eso sólo sirve LA CONSCIENCIA, mirar y ver!
Si nos hacemos conscientes de nuestra ira EN EL AHORA, ella actúa de forma adecuada. O cesa si es lo conveniente…
¡LA COSTUMBRE DE DARSE CUENTA EN EL AHORA!
Eso es todo lo que hay que hacer.

 
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Publicado por en 23 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Lujuria

 
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Publicado por en 22 febrero, 2011 en Sin categoría

 

El caballo de batalla de los eclesiásticos durante siglos.
“El placer carnal excesivo”.
Siglos de represión.
Y de triunfo del “pecado”…
Os contaré una historia:
En tiempos inmemoriales, en la aurora de los hombres, ellos y los animales y la naturaleza entera formaban una unidad. Estaban dentro de un inmenso TODO.
Había armonía, las necesidades se resolvían en común, no existían luchas ni conflictos.
Las emociones fluían entre todos los seres vivos.
Todo estaba bien.
Pero sucedió que el cerebro humano, al verse capaz de crear instrumentos y tecnologías que modificaran la naturaleza, se sintió importante y capaz de separarse del TODO armónico.
Y rompió con el todo y se estableció él mismo como centro.
Y comenzó la historia del ego y su declinación.
Pero hubo algo que se le escapó de sus controles, porque quedó encerrado profundamente en su subconsciente.
El lo llamó “instintos primitivos”.
Pero era una huella especial, un resto de aquella primitiva unidad, la atracción entre lo masculino y lo femenino.
Y esa atracción dio origen a la unión de millones y millones de seres.
Y de ella surgieron los afectos, los cariños, y –en especiales ocasiones- el amor.
El Amor era la Esencia del TODO.
Y esa huella que quedó en los cuerpos, contra toda la lógica del ego que había roto la unidad, siguió emergiendo de lo profundo a lo largo de la historia.
Naturalmente, esa huella corrió la misma suerte que todas las capacidades humanas en manos del ego: sufrió deformaciones.
Y de esa energía unitiva se pudieron hacer todos los usos que el ego decidió.
La energía en sí misma era pura.
Los usos que el ego empleó siguieron los patrones que empleaba para todo lo demás, la declinación del ego: la imposición, la apropiación, la violencia, la autoexaltación…
Nada diferente a su comportamiento en cualquier otro campo.
Por ello es otra ingenuidad hablar de un “pecado capital” referido a la sexualidad.
Y más aún teniendo en cuenta esa energía/huella que reside en su fondo más profundo.
Por eso mismo generó temor en los “poderes religiosos”, por su radical potencia que arrastraba a los seres humanos.
Y comenzó la historia de la represión sexual.
Se inició la deformación con el pensamiento, sus prohibiciones, sus falsificaciones, sus alquimias…
Intentando destruir esa energía enorme y natural que empujaba a los seres humanos a la vida, al afecto, al disfrute,,,
¡El temor a la fuerza de la vida y de la unión!
Y por ese temor lo convirtieron en gran “pecado”
como parte de la estrategia de represión.
Y, sin embargo, la llamada “lujuria” no tiene nada que ver con los otros “pecados capitales”.
Porque su raíz, su impulso es telúrico, vital, humano, en tanto que los demás proceden del ego
y sus deformaciones. Y sólo cuando este –el ego- se apodera del impulso, se desfigura su propia realidad que es plenamente auténtica.
No hay lujuria alguna cuando la sexualidad, sana y sin represión, forma parte de una relación humana válida.
Es la energía de la vida la que está ahí presente…

 
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Publicado por en 22 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Lujuria.

 
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Publicado por en 22 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Envidia.

Sigo hablando de lo que se denominan “pecados capitales”.
Le decía a la persona que me lo encargó que eso de “pecados capitales” ya era antiguo. Me repondía que era de rabiosa actualidad.
Nos referíamos a aspectos diferentes.
La noción de “pecado” depende de “las morales de la conciencia”.
Y afirmo de ella que pertenece al “mundo viejo” porque el nuevo es el de la consciencia.
A la par afirmo que el Bien es la acción del Amor.Y que ambos no tienen opuestos: No existe el mal como opuesto del Bien, ni el odio como opuesto del Amor.
El odio se opone al afecto. Ambos en el mismo nivel.
El mal no existe como tal. Lo que no llega al Amor, no llega a ser Bien. Es “comportamiento humano”, hecho por causas psíquicas humanas. Como el comportamiento animal, movido por sus causas.
Nadie ve “malo” el comportamiento animal. Que es “causal” como el humano que no llega al amor
que es el único bien.
Esos comportamientos son lo que son:valiosos o contravaliosos, civilizados o bárbaros, crueles o suaves…Lo que son. No “mal”…
Los “pecados capitales” muestran comportamientos grabados en el subconsciente colectivo. Dañinos todos, por supuesto. Intento ayudar a ver de dónde proceden y cómo actúan.
Veo la envidia emparentada con la avaricia por su origen –al menos parcial- en la declinación del ego: el para mí.
Ese bien que ves en otra persona, lo quieres para ti. Y, además, te hiere que lo tenga, puede llegar a enfermarte que lo tenga ella y no tú.
Resulta ser, consecuentemente, una mezcla de deseo y rencor.
Deseas intensamente lo que la persona tiene y sientes rencor hacia ella por tenerlo.
“Ponerse verde de envidia”, es expresión certera de la observación habitual.
Recuerda el segregar bilis…El sabor amargo de ese deseo ennegrecido por el rencor…
El deseo es puro en sí mismo, es energía que mueve.
Sabemos todos que el deseo ha tenido y tiene detractores. Que si te arrastra a “las pasiones” y al “mal”…Ya ves, a la envidia…
PERO el deseo es la energía de la vida en nuestro corazón. Matar el deseo es matar la vida. Restringirlo, disminuirlo, atarlo, amordazarlo…
es hacer lo mismo con la vida.
Pero hay algo en la propia mente humana capaz de hacerlo.
Nada hay más desastroso y destructivo que una idea, un pensamiento, una norma, una creencia.
Por cualquiera de ellos se puede intentar matar la vida. La exterior y la interior. La historia lo ha mostrado..
Y eso parece que no ha sido englobado en algún “pecado capital”. Lo más dañino…
Comprender el deseo y orientar su energía es la única salida sensata e inteligente…
No se nutre, pues, lo que llamamos envidia del deseo en sí mismo. Sino de aquello que lo retuerce y lo orienta de forma equivocada.
Hace eso justamente la envidia: el deseo del bien que pertenece a otra persona QUEDA CEGADO.
No se quiere ver que pertenece a ella. La persona envidiosa no presta luz a su deseo, y el deseo no ve y se adhiere a su objeto.
La envidia ciega el deseo. Ignora a la persona.
La desprecia.
La envidia, por tanto, tiene una raíz más honda.
Siguiendo nuestra declinación del ego, estaríamos tentados –aunque no haya de ser en exclusiva- de señalar el vocativo, el ¡oh yo!, como origen de ese desprecio y esa ceguera.
Esa exaltación del ego propio lleva al desprecio por el ajeno.
Y los propios deseos, se dirijan donde se dirijan, son válidos para el ego del que emergen. Aunque quieran poseer lo que es posesión de otra persona.
Ese desprecio y ese rencor hacia la otra persona por tener ese bien, lleva frecuentemente a intentar dañarla.
Si se trata de un bien “moral”, una cualidad de la persona (porque el campo de la envidia es ilimitado) puede suceder lo que Max Scheler llama “el resentimiento en los valores”:
Tratar de convertir ese valor de la persona en contravalor.
“Ya que yo no lo puedo tener…¡pues es negativo, “malo”!”…
Y la persona “resentida” se dedica a minar cuanto puede a la otra persona, “la envidiada” y al bien que ostenta.
¡Un desesperado y retorcido intento de venganza!
Puede llegar muy lejos esa fuerza negativa.
Tanto más cuanto más retorcida sea y más cargada de rencor e incluso odio…
Se oculta muchas veces tras máscaras sociales.
Es origen de críticas en muchos círculos. “Buscar los defectos” a las personas envidiadas.
Comportamientos ruines y desleales que no se atreven a mantener en presencia de esas personas.
Formas de intentar declinar el vocativo del ego (el ¡oh yo!) denigrando a la otra persona y poniéndose, consecuentemente, por encima de ella…
He visto en algunos ambientes ridiculizar a parejas que se aman, movidos sin duda por la envidia los ridiculizadores.
La vieja fábula de la zorra y las uvas…Ellos no han logrado ni amar ni que los amen y “están verdes”…
Verde sale otra vez el color de la envidia…
Sucede en ocasiones –y no pocas- que debajo de la “admiración” hacia alguien y sus valores, se oculta la envidia.
Por querer tener lo que esa persona es y tiene…
Y por ello sucede que, a la persona admirada, una serie de veces se la “defenestra” más tarde.
En cuanto “los admiradores” le ven determinados “fallos”.
Obvio es que allí no había verdadera admiración. Algo que no rozaba las cualidades admiradas, lo derrumba todo.
La envidia estaba agazapada en el fondo…
Dicen –y es verdad- que la envidia es algo que lleva en sí misma su castigo. La persona envidiosa se amarga intensamente.
Pero como todo daño que la persona acoja dentro de sí misma, daña a los demás. El daño y las heridas internas no pueden estarse quietas. Y se desbordan en la acción exterior.
Por esto es por lo que sólo una persona feliz (sin daños internos ni heridas) puede ser una persona buena.
Ser feliz implica no tener heridas en sí mism@.
Al no haberlas, sale lo que hay dentro, que es felicidad y bien…
Y en tal sentido –recogiendo ese ángulo de visión del “pecado” que pertenece al viejo mundo – la persona feliz es “impecable”.
¡Qué bonita receta!: Seamos felices y no tendremos envidia ni de nada ni de nadie…

 
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Publicado por en 21 febrero, 2011 en Sin categoría

 

Avaricia…

Es el primer encargo que he recibido y de persona a la que no me puedo negar.
Es tema múltiple, obviamente. Y afrontaré hoy el primero.
Pasaré de largo la tópica imagen de la avaricia aplicada a las riquezas o simplemente al dinero que se posee, aunque sea escaso. Porque no está ella en las cifras que se manejen.
Aunque definir siempre es tarea peligrosa, daré simbólicamente una pista para afrontar en nosotros mismos la avaricia:
Es el dativo de la declinación del ego: “PARA MÍ”.
Ya sabéis, “yo, de mí, para mí, a mí, conmigo, me”…
El “para mí” es muy nuclear en esa declinación del ego. Raras son las personas que se olvidan de ello.
Estoy imaginando una escena de un grupo familiar o de amigos en el que se esta repartiendo lo que sea, y hay una persona tímida, apocada, de baja autoestima que está esperando calladita el reparto. Y ya ha finalizado y se oye, allá por el fondo de la habitación, una voz débil que dice: “¿Y para mí?”…
¡Incluso a esa persona no se le olvidó el para mí!
Las hay, sin embargo. Personas tan real e íntimamente generosas ¡que no tienen “dativo”, no tienen “para mí”!
La inmensa mayoría de los humanos sí lo tenemos. Aplicado –eso sí- de muchas maneras, buena parte de ellas validadas por el entorno social.
“¡Hombre, le dejé tal cantidad! ¡No iba yo a ponerme en situación difícil!”…
“Claro, claro…” te responden muy de acuerdo…
Eso es “lo sensato”, naturalmente…
Aquí, en este momento, pueden pasar dos cosas:
– O estás del todo convencid@ de que eso debe ser así,
– O notas un remusguillo por dentro que te dice:”anda, podías hacer más”…
En el primer caso, tranquil@: la avaricia la tienes bien instalada, no corre peligro.
Formará parte de tus convicciones y entrará en la aplicación de tus principios. Tu conciencia estará tranquila. Ya ves: ayudas, pero sensata y prudentemente. ¿A quién se le va a ocurrir que seas avar@?…
Tu “pensamiento” lo tiene muy claro…
¿Alguno de vosotr@s, amig@s mí@s, desconfía de eso del “pensamiento”?.
Pues para l@s que desconfiáis sigo con el segundo caso.
Has notado que has puesto un límite.
Has notado que “has medido”.
Te das cuenta del reparto: “esto para ti, esto para mí”.
Te das cuenta de que no has mirado totalmente al problema de la otra persona, sino que has hecho tus cuentas pensando en ti y…con idea de ayudar…quizá queriendo ayudar, que no es lo mismo “la idea” que “el querer”…
Y llegarás, a la postre, a “ver” algo curioso y raro ante la perspectiva general: que NO ERES generoso…
Lo sentirás, lo verás, no lo pensarás.
Si lo pensaras, te pasarías al caso anterior.
Si no lo piensas y adviertes lo que pasa dentro de ti, tus emociones y sentimientos y los motivos que hay bajo ellos…llegas entonces a la declinación de tu ego, al “para mí”.
Al verlo, percibes que no eres generoso, que es el ego el que está actuando.
Eso ya tiene un efecto en ti: te quita “la buena conciencia”, no actúas “con virtud” como tu compañero de caso se cree.
Pierdes un engaño, una ilusión creada por el ego.
Aunque tu acción exterior siga siendo la misma, dentro de ti ha habido un cambio importante.
Ahora ves lo real y verdadero.
Te has salido de la hipocresía de la conciencia burguesa.
Sabes que te lleva tu ego, que tu acción es cualquier cosa menos alguna virtud.
Y cualquier cosa menos el amor.
Te has salido de ese mundo de justificaciones y cálculos configurado por el ego.
Pisas terreno real y verdadero, aunque aún no hayas vencido a tu ego.
¡Duro es el encuentro con el ego!
Lograr que desaparezca puede ser tarea de toda la vida…y de varias vidas…
Y quizás hay personas capaces de hacerlo en poco tiempo, no sabemos nada de todo ello…
Y puede ser que vayamos extinguiendo aspectos del ego…sin hacer contabilidad de ello, que en contabilidad es el ego el mayor experto…
Y empiezas a ver tus actos de otro modo.
Sí, te enteras de lo que es realmente y en ti “la avaricia”.
Empiezas a ver a la cantidad de asuntos a los que llega, que mucha gente considerará inverosímiles.
Te citaré algunos:
– Tus emociones…reservártelas “para ti”…
– Información que posees…administrarla “para tu beneficio”…
– – Tu comprensión…reservarla solamente “para los tuyos”…
– – Tus gustos…o no ceder en ellos o “ponerles precio”…
– Tu “tener la razón”…”¡para ti, para ti!”…
– Tus ideas…¡por favor, que son tuyas…!
Bueno, ya hay unas cuantas pistas. Y se puede seguir avanzando.
Ya sabéis, donde hay “dativo”…
Y, por hoy, ahí dejamos la avaricia…

 
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Publicado por en 18 febrero, 2011 en Sin categoría