La vida está llena de ellos.
En el trabajo no cesan de inculcarlo los jefes.
Y todos, por nuestra propia cuenta, no cejamos de tenerlos y de proponerlos.
Tanto que parece que no hacemos casi otra cosa en la vida que perseguirlos. Con lo mismo que estamos haciendo ahora
LO HACEMOS PARA LOGRARLOS.
Y medimos nuestra actividad, nuestro esfuerzo, nuestra dedicación por cuánto y cómo contribuyen a ellos.
Hay quien, de hecho, cuando no está haciendo algo por conseguirlos, siente que pierde el tiempo,
Que está desaprovechando su vida.
Hay quien está en casa tan sólo descansando para reponer fuerzas para ellos.
E incluso no puede dejar de pensar en ellos.
Presta una cierta –hasta mínima- atención a su familia.
Y se le presenta como problema –se lo llega a consultar al psicólogo- porque “no sabe cortar con las preocupaciones del trabajo; porque no sabe hablar de otra cosa”.
Como que fuera una enfermedad, una carga molesta e indeseada.
¡QUÉ CURIOSO! NO SE LES HA OCURRIDO PENSAR QUE –SENCILLAMENTE- LO DESEAN CON INTENSIDAD.
Y tienen voluntad de hacerlo porque LA VOLUNTAD ES UNA CONCENTRACIÓN DE DESEO.
Porque ¿qué otra cosa son las expectativas y los objetivos de las personas que sus propios deseos?.
Obviamente ellos mismos se lo están camuflando.
Lo revisten del aura de “la responsabilidad” o “la obligación”. “Tengo que ganar más dinero por y para mi familia…Como padre –o madre- es lo que debo hacer”.
Y esos dos “conceptos” TAPAN el puro hecho psicológico: son mis deseos. Tienen fuerza en mí PORQUE LOS DESEO. No por aquellas ideas.
Pregunté una vez a un amigo qué le añadía a él el concepto de obligación o responsabilidad para su dedicación al trabajo. Decía que sí, que le añadían. No lo sabía explicar, pero añadían.
Yo le arguía:”Pero si tú quieres ir a trabajar y quieres trabajar ¿qué te puede añadir a tu propio querer el que sea tu obligación o tu
responsabilidad? ¿No lo haces ya? ¿tú mismo no lo haces bien y le entregas tu tiempo?”.
“LOS CONCEPTOS” en el interior de nosotros mismos y para nuestra acción interna NO PASAN DE SER UNOS SIMPLES ENGRANMAS EN NUESTRO NEOCÓRTEX CEREBRAL.
Y NO TIENEN PODER.
Y NOS ENGAÑAMOS CON ELLOS.
Pueden servir para conversaciones de salón, diálogos pequeñoburgueses y tal vez hasta aparentemente morales o religiosos.
PERO LA ENERGÍA ESTÁ EN EL DESEO. EN ÉL ESTÁ EL PODER.
¡Y qué útil es –para conocerse a sí mismo, para saber a qué atenerse con uno mismo- DESNUDARSE DE CONCEPTOS e ir directamente, sin máscaras ni camuflajes, a ver aquello que deseamos.
“Mira, querida –o querido- (podrían decir muchos cónyuges), yo DESEO estar muchas horas en mi trabajo MÁS QUE EN CASA,
contigo y con los niños. Me divierto más, me entretengo más. Hablo con otra gente. Me mandan, pero también mando, más que en casa.
Hago cosas más importantes –es decir,que valoro más. que deseo más-. Me realizo a mí mismo/a –es decir, hago lo que me gusta y muchas veces me alaban…no como tú, que parece que te da igual lo que yo hago-…Entre los hombres –o entre las mujeres, y a veces entre ambos- tenemos conversaciones “más libres” que en casa, podemos ser más sinceros (es decir, no reprimo mis deseos al menos verbales y visuales)…”
Y un largo etcétera.
LA SINCERIDAD consigo mismo y con los otros puede ser mejor manera de tratar con lo que se desea.
Pero vamos a avanzar más allá.
Porque las expectativas y objetivos de los que hemos hablado son, sobre todo, del nivel material o meramente psicológico del vivir.
Y son propios del VIVIR EN EL TIEMPO.
El desarrollo de los planes de trabajo, de carrera, de ascenso social…se realizan POR ACUMULACIÓN A TRAVÉS DEL TIEMPO, camino del futuro.
Pero si hablamos de la dimensión espiritual de la vida, NO SE REALIZA EN EL TIEMPO, SINO EN EL AHORA.
¿Y qué sentido pueden tener entonces las expectativas y los objetivos “espirituales”?
Por definición, ambos se sitúan en el futuro.
¿Qué le sucede a la mente cuando se sitúa en el futuro PARA LOGRAR ALGO?
SE CREA UNA FINALIDAD Y ELLA CREA UNA DINÁMICA DE MEDIOS.
El deseo imagina un futuro y se hace una idea de él.
Comienza a realizar actos en el presente dirigidos y enfocados a dicha finalidad, imaginada y pensada.
Tales actos no se realizan por sí mismos, sino como medios para lograr el objetivo.
Y los actos dejan de verse en el ahora. Que es el reino de lo espiritual. Porque el valor –o contravalor- de un acto está en sí mismo y no en su relación con una finalidad posterior que se lo confiera.
Por ello, lejos de pensar que el fin justifica los medios, es preciso advertir QUE LOS MEDIOS SON EL FIN.
Y han de mirarse entonces en sí mismos, separados de todo objetivo o finalidad.
VER AHORA LO QUE LA MENTE HACE AHORA.
Y esto nos permite darnos cuenta de que las expectativas, los objetivos, en suma, las finalidades en el orden espiritual SON ENGAÑOS PARA LA MENTE y desfiguran su acción.
Y algo que suele considerarse “virtuoso” y prácticamente necesario para la vida espiritual (por no decir para la vida entera) que es LA ESPERANZA, puede entrar en esta misma visión. La esperanza no deja de ser una “expectativa”, ni deja de estar fijada “en el futuro”, fuera del ahora.
Y se podrá decir:”¿Cómo voy a trabajar espiritualmente si no tengo esperanza de que llegaré a tener la virtud que no tengo, abolir el defecto que tengo?”
Es decir, ¿si no tengo una seguridad de que mi expectativa o mi ideal se cumpla alguna vez?
Sin embargo, EL LUGAR DE LA VERDAD ES EL AHORA, EL INSTANTE DE LA REALIZACIÓN ESPIRITUAL ES EL AHORA.
EL FUTURO ES HOY.
De nuevo sucede como antes, que subordinar la acción del ahora a una finalidad futura es un engaño.
No hay esperanza SI SE VIVE EN EL AHORA.
Ningún acto válido ha de ser realizado para conseguir algo, SINO POR SÍ MISMO.
Y ningún acto inválido ha de dejar de ser hecho por nada futuro, sino por lo que es ahora, que consiste en que “no es”.
Llegaremos o no llegaremos a alguna parte, a algún ideal. Pero la acción se realiza ahora, nos conduzca o no a donde sea.
Y sucede por lo mismo que la idea del “progreso espiritual” es también engañosa y carece de sentido.
PORQUE ES TEMPORAL, porque supone LA ACUMULACIÓN en el tiempo de actos que “van haciendo más masa”(cosa que no sucede en el espíritu),
PORQUE ES COMPARATIVA con otras situaciones del vivir y nunca la comparación es justa, ni adecuada ni verdadera cuando se trata
de realidades individuales y de actos que SON UNICOS si han sido realizados en el ahora, no por efecto de la memoria sino de LA PERCEPCIÓN, el ver, el darse cuenta EN EL INSTANTE,
porque la comparación supone una pauta, un elemento común a ambas cosas en virtud del cual establecer UN RANGO…
Solamente de esta manera el acto es puro, incontaminado, sin condicionamiento alguno, sin subordinación a ningún interés.
Es preciso afrontar –para realizar nuestra acción en el ahora- ese básico TEMOR de nuestro cerebro A LA INSEGURIDAD.
Y arrumbar con él el entramado del tiempo, de la acumulación, de la expectativa, de la comparación, del ideal, de la finalidad, de la esperanza.
Ello nos hace quedarnos desnudos ante lo que estamos haciendo o dejando de hacer. Nos quita la opción del engaño (al que tan dados somos los humanos). Nos enfrenta a La Verdad . Y gracias a su luz podemos darnos cuenta de si El Amor era lo que producía nuestra acción o también en
ello nos estábamos engañando con la maraña de nuestras ideas y nuestros pensamientos.