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Archivos diarios: 19 abril, 2011

Los psicólogos y el estrés

Hoy el viento era protagonista del día.
No por demostrar su fuerza, sino su memoria y sus añoranzas.
Caminaba yo a paso lento, fresca la mañana, nubes en el cielo.
Y el viento se mecía entre los árboles.
Sonaba diferente entre los pinos, las arizónicas y los altos árboles de hoja perenne…Los de hoja caduca aún están pujando por crear sus hojas nuevas…
Y el viento sonaba a mar.
Era el mismo rumor que el de las olas.
Y me traía el mar a la montaña.
El viento añoraba al mar…Y no se resistía a crearlo entre las altas hojas…
Le acompañé gustoso…
Y en esos momentos los dos estuvimos juntos en el mar…
Comprendéis de seguro, amig@s mí@s, que en tal situación no experimentaba yo ningún estrés.
Es palabra esa que se pronuncia mucho en estos tiempos. Hay mucha gente estresada…
Parte de ella acude a los psicólogos.
Cuando ya experimentan suficientes daños en su cuerpo, o en su capacidad de concentración y rendimiento laboral.
Es muy frecuente –“muy humano”- pensar en afrontar los problemas cuando ya están enconados. Cuando ya han hecho bastante daño y es más difícil reconstruir la situación.
Diferir el plantearse el problema y diferir, en consecuencia, la solución.
Eso suele hacerse cuando los problemas no se meten por los ojos, como si te has roto una pierna.
La verdad, somos bastante primitivos. Si no vemos con los ojos y tocamos con las manos, no nos enteramos de que sucede algo…hasta que “se materializa” y empieza a hacerse insoportable.
Y piensan no pocos –abandonando su inteligencia
por mantener una vacía idea abstracta – que están siendo valientes en vez de tontos, aguantando y resistiendo lo que tenían que afrontar inmediatamente, en vez de dejarlo crecer…
Pero, al fin, van al psicólogo…
Y empiezan “a tratarse”.
Él, primero, trata de “diagnosticarte”. Escuchándote amablemente, encajando tu situación en su sistema de conocimientos.
No se le ocurrirá decirte –al escucharte- que eres, por ejemplo, un ambicioso.
Aunque esa sea la causa real de tu estrés. Quieres lograr de más, exageradamente de más…Ambición, sencillamente.
Eso te tensa, vives en sobresfuerzo, sólo piensas en eso, ni siquiera descansas cuando llegas a casa, sigues dando vueltas en tu cabeza para ver cómo consigues eso que ambicionas, incluso puede ser que te vayas arrancando pelos de la cabeza mecánica y automáticamente…o que tu propio cabello decide caérsete avisándote de un otoño prematuro y artificial…
No suelen, como digo, los psicólogos recurrir a conceptos que suenen a “morales”, para que su actividad no recuerde a la tradicional de los sacerdotes.
Y hacen bien, que “las morales” como instrumentos de cambio de conducta, aparte de no soler ser libres, son poca motivadoras para la mayoría.
Recuerdo, sin embargo, una vez que escuché a un afamado psiquiatra formular que “la ambición daña la salud y el equilibrio mental”, y no me cabe duda de ello mirándola tal cual es en la mente y el psiquismo y prescindiendo por completo de teñirla con color de moralina.
Mas, como acontece con frecuencia en la psique humana, justo el fenómeno contrario puede ser la causa del estrés: En vez de la ambición, el no aceptar que uno no llegue a determinados “estándares” (como suele decirse laboralmente) que la cultura de la empresa o la mirada de los jefes parecen exigir.
En suma, y con otra palabra que suena a moral, la falta de humildad.
No pongo yo dentro de esa palabra otra cosa que la verdad. Y la describo como la aceptación de la verdad de lo que somos, lo cual incluye tanto lo que suelen llamarse defectos, como lo que se acostumbra a llamarse cualidad.
Con esta forma de entenderlo y vivenciarlo, suceden situaciones que rompen el ambiente mental común, puesto que la persona puede mostrar tranquilamente sus cualidades sin dejar de ser humilde, por el contrario siéndolo contra el sentir común.
Y como todas las cosas que las personas viven de modo auténtico, resultan paradójicas y rompedoras para quienes viven bajo el condicionamiento ambiental.
No aceptar esa verdad quedándose tranquilamente en paz –en cualidad o defecto- es lo que altera el escaso esquilibrio de no pocas personas personas.
Y resulta que, en el fondo, “los opuestos son la misma cosa”, porque el ambicioso se sobrestima y el falso humilde se minusvalora.
Y el pasarse por carta de más o carta de menos, viene a ser lo mismo y llevar a los mismos resultados.
Piensan no pocos que es “egoísmo” quererse a sí mism@, como si hubiera que amar a todos menos a esa criatura que se llama con el propio nombre.
Y tampoco ven, los que tal piensan, que no aman a los demás porque ni quien no se ama justamente a sí mism@ y hasta se odia, no puede amar a otros.
Como ni tampoco quien la ambición le lleva a dañarse, pues por el mismo motivo dañará a los otros…
Es sabia esa justa medida de aceptarse y quererse sin entronizar en sí mism@ la dañina autocomplacencia, ni la igualmente perniciosa autocompasión, los dos “autos” en los que –como ya relaté- no se ha de montar por su peligrosidad “de fábrica”.
Y ante la vieja pregunta de “qué hemos de hacer con nuestros defectos”, responderé enésimamente que para ello está “el darse cuenta”.
Cuando ves que lo eres, puesto en acción, daña a otros seres además de a ti, EL DARTE CUENTA DETIENE ESA ACCIÓN QUE VA A SALIR DE TI.
No dejas de ser, con ello, lo que eres, al menos hasta que la repetición del darse cuenta de nuevo en cada ocasión, o una especial intensidad de él en un instante dado, HAGA CESAR PARA SIEMPRE ESE RASGO DE TU SER.
No es que, con ello, consigas SER MÁS, un ser más importante o virtuoso. Sino –sencillamente y con sencillez- DEJAS DE SER ALGO QUE ERAS.
Lo cual sin duda indica que algo se ha trasformado en tu ser, pero no para exaltarte, sino para dejar de ser algo dañino.
Ni por ello puedes pretender separarte del resto de los humanos, ante todo porque en otras muchas cosas sigues siendo como ellos, y luego porque lo has sido, aunque ahora hayas dejado de serlo.
Y si centrad@ vives en lo que eres, y lo eres AHORA, y te das cuenta aceptándolo, tan sólo deteniendo lo que daña en el momento, JAMÁS TENDRÁS ESTRÉS DE NINGUNA CLASE, con cuya mera ausencia discurrirá tu hacer de modo placentero, trabajarás a gusto y te relacionarás con las personas sin conflicto.
No poca felicidad ha de proporcionarte tan sólo esto, amig@ mí@…

 
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Publicado por en 19 abril, 2011 en Sin categoría